Cuando los regalos se vuelven demasiado

Hay un momento en cada diciembre que conozco bien.
Los papás entran al consultorio entre emocionados y un poquito culpables, diciendo algo como:
«Creo que me pasé con los regalos este año».
Y sí, pasa más de lo que imaginamos. No porque los padres quieran llenar a sus hijos “de cosas”, sino porque quieren llenarlos de algo más profundo: presencia, alegría, atención.

Pero llega un punto en el que tanto regalo deja de ser un gesto bonito y se convierte en una carga para los niños, incluso cuando nadie lo planeó así.

 1. ¿Por qué es tan común dar regalos en exceso?

Dar regalos es una forma de amor. El problema inicia cuando los regalos intentan sustituir espacios, tiempos o emociones.

A veces sentimos que un juguete nuevo nos llena ese deseo enorme de verlos felices, de verles los ojos brillando al abrir un paquete más.
También está la presión social: el primo que recibió diez, la tía que comenta que “ay, cómo sólo uno”, o esa tradición familiar donde parece que mientras más grande la montaña de regalos, más amor hay en la sala.

Y claro, existe esa idea que muchos crecimos escuchando: “Entre más regalos, más cariño”.
Pero la verdad es que el cariño no se mide en cajas ni en envolturas.

 2. Consecuencias principales de dar demasiados regalos

  • Cuando reciben muchos regalos al mismo tiempo, cada objeto pierde significado.
  • Saltan de uno a otro sin realmente explorarlos, sin imaginar historias ni sentir apego.
  • Y lo triste es que la gratitud también se diluye. No es que sean “malagradecidos”, es que su cerebro no alcanza a procesar tanto estímulo junto.
  • Los niños pueden emocionarse tanto que terminan irritados, frustrados o incluso llorando sin saber por qué.
  • Demasiadas opciones les dificultan regularse.
  • Su sistema nervioso se satura y aparecen conductas impulsivas o desordenadas durante el juego.
  • Cuando están acostumbrados a recibir mucho y muy rápido, la satisfacción se vuelve fugaz.
  • Piden más porque no logran sentir “plenitud” con lo que ya tienen.
  • Y esto puede trasladarse a lo cotidiano: dificultad para aceptar límites, reglas o tiempos de espera.
  • Si el foco de la Navidad es “recibir”, pierden de vista lo más valioso: la convivencia, las risas, las rutinas familiares, las experiencias.
  • Esto limita el desarrollo emocional y social, porque experimentar, compartir o disfrutar lo sencillo también se aprende.
  • Con demasiados juguetes a la vista, no saben por dónde empezar.
  • Pasan de una actividad a otra en pocos minutos.
  • Esto afecta la atención conjunta, la permanencia en tareas y hasta el juego simbólico, que es clave para el lenguaje, la imaginación y la resolución de problemas.
  • Cuando tienen veinte opciones frente a ellos, elegir una sola puede ser abrumador.
  • Pueden sentirse ansiosos o impulsivos.
  • La toma de decisiones se vuelve complicada porque la abundancia no siempre se traduce en libertad, a veces se siente como presión.

Alternativas saludables

La buena noticia es que no se trata de dejar de regalar, sino de regalar con intención.

  • Prioriza regalos que tengan sentido. No tienen que ser costosos, basta con que aporten algo: juego creativo, experiencias en familia, materiales que favorezcan el desarrollo.
  • Establezcan un límite, algo pequeño pero consciente. Muchas familias eligen tres o cuatro regalos con propósitos distintos: uno emocional, uno práctico, uno creativo y uno de experiencia.
  • Hablen con la familia para evitar duplicados o excesos. No es un “control”, es un acto de cuidado.
  • Y sobre todo, hagan de la convivencia un regalo en sí mismo. Puede ser un desayuno especial, una rutina, un juego en familia, una carta escrita a mano. Los niños recuerdan más lo que viven que lo que desempaquetan.

Regalar no es el problema.
El reto es recordar que los niños no necesitan montañas de cosas para sentirse amados, necesitan tiempo, mirada, presencia y conexión.

A veces un solo regalo bien elegido, acompañado de una mañana jugando en pijama, deja más huella que veinte cajas abiertas sin pausa.

Y si este año sientes que te excediste, no pasa nada. Lo importante es que ahora tienes herramientas para hacerlo diferente.
Se vale ajustar, se vale simplificar, se vale regalar desde un lugar más consciente.